A seguito di uno scambio mail con la redazione
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Ci scrive dall’Argentina Maria Silvia Pérsico:
Ho scritto una nota su l’isola ma è scritta in spagnuolo perche vivo a l’Argentina. Mio bisnonno era da Ponza, Silverio Mazzella. Quando è arrivato a Buenos Aires all’inizio del 1900 l’avevano cambiato il cognome per Mazzello. Sono stata all’isola nel 1971 e dopo nel 2016 e ho portato la sua partita di nascita. Bello bello.
Volete leggere la nota? Se vi piace posso tradurla nel mio italiano che studio molto.
Abbiamo risposto:
Grazie, Maria Silvia, ne saremmo onorati.
Scriva la sua traduzione, ma lasci anche l’originale. Lo spagnolo argentino è una lingua molto bella e musicale, che noi latini non facciamo fatica a comprendere.
Grazie ancora
Quindi Maria Silvia ha inviato il breve racconto del suo viaggio a Ponza – Regreso a Ponza – Ritorno a Ponza -, e dopo averlo letto abbiamo deciso di pubblicarlo in originale, chiedendole di mandare in un secondo tempo la traduzione.
Che i nostri lettori cerchino di capire il significato di una lingua che non è la loro (ma somiglia abbastanza all’italiano) non ci dispiace…
Le abbiamo anche chiesto di mandarci qualche foto della sua città e di darci più notizie della sua vita.
Lei ha risposto con queste parole:
“Ok. Mi piace la vostra proposta. Il mio sforzo per capire la lingua dei miei nonni e bisnonni mi fa capire quello che dite. Invio presto quello che mi chiedete”.
Regreso a Ponza
di María Silvia Pérsico
Antes de embarcarme rumbo a la isla de Ponza, recordé mi viaje iniciático con mis abuelos a los 18 años. La capital del archipiélago pontino, en el Mar Tirreno y en la región italiana del Lazio volvía ahora a recibirme. Mariana, mi sobrina, la elegida para compartir esta transmisión cultural, me esperaba en París, y al día siguiente volamos para Roma, desde donde, después de dos días de disfrutar nuevamente la ciudad eterna, tomamos el tren regional con destino al puerto de Formia, desde donde partía el aliscafo.
Al llegar a la isla, un taxi nos llevó hasta el hotel, en la parte más alta, desde donde podíamos disfrutar la vista de varias calas, esas pequeñas entradas del mar en tierra. Dicen que a la Playa de la Luna, una de las mejores, se accede a través de un túnel excavado por los romanos y donde todavía se pueden encontrar restos arqueológicos.
Había llevado los esnorquel para bucear, pero quisimos darnos primero el baño inaugural, así que nos fuimos en una lanchita hasta Frontone, una playa cercana. Más interesante fue, al día siguiente, “fare il giro” por todo el archipiélago: Ponza, Ventotene y Palmarola. Un barquito bien pintoresco y lleno de turistas atravesó la rada, frente a los farallones de la Madonna. Su dueño nos iba explicando en italiano el circuito y él mismo conducía y cocinaba la pasta “per il pranzo” en una cabina de dos por dos. Las historias de la isla se iban desplegando desde la voz del barquero, y así nos enteramos de que el puerto de la isla había sido construido durante el período de dominación de los Borbones y que las llamadas Grutas de Pilatos- circa 2000- tenían túneles que daban al mar y desde donde llegaban a tierra los alimentos para el emperador.
Cuando pasamos por Palmarola, apareció en las alturas la figura de San Silverio, patrono de los pescadores y de la isla, cuya efigie también está en la Iglesia de San Silverio y Santa Domitila junto al puerto. Y aquí viene a cuento la leyenda del porqué del santo del archipiélago ponzese. La isla está hermanada desde hace unos años con la ciudad argentina de Ingeniero White por los lazos históricos, especialmente, durante la primera gran inmigración de 1880 (De hecho, el Museo comunitario del Puerto de White expone y recoge la cultura de los ponzeses llegados de la isla, uno de ellos, Silverio Mazzello, mi bisabuelo). Todos los años, para fines de noviembre, los italianos y sus descendientes cruzan la ciudad con el santo a cuestas, desde la iglesia de White, donde se celebra la misa, hasta el puerto, lo embarcan y acompañan su viaje la ría. Esta tradición se corresponde con la misma ceremonia que organiza Ponza en el mes de junio.
Entramado este destino con la historia familiar, al día siguiente teníamos una tarea: encontrar, en el municipio la partida de nacimiento del bisabuelo. Mamá, su nieta, me había dado algunas pistas, así que con ayuda de ellas y del funcionario, salimos del edificio municipal con la copia del “Atta di nascita”. Nos explicaron que los Mazzella habían emigrado de Ischia en el XVIII; por tanto, una vez que comprendimos en qué zona de la isla se habían asentado, fuimos en busca de aquellas casas en que hubiera señales del apellido familiar. Como ha pasado durante la llegada de los inmigrantes al puerto de Buenos Aires, muchos apellidos fueron cambiados al ser transmitidos de boca en boca, así que encontramos algunas plaquetas de cerámica con la inscripción del apellido familiar, aplicadas junto a la puerta de varias casas.
Durante nuestras caminatas por el centro turístico de Ponza- la rambla y la callecita principal, encontramos la excelente pastelería napolitana de la isla, con un mural que representa al golfo de Nápoles y que incluye personajes representativos de la ciudad. ¿Quién estaba, entre la Loren, la “sfogliatella” y el gran actor Totó? Pues Diego Maradona, quien ayudó con su juego a recuperar el brillo del club de fútbol Napoli. Los dulces del sur italiano son riquísimos: variedad de tortas con frutas, masas, no sólo la sfogliatella, y es característica la crema pastelera, un poco distinta de la nuestra. El último día degustamos la deliciosa gastronomía de la isla, basada principalmente en pescado y marisco fresco, en un restaurante, cisterna antigua, y cerramos así la segunda noche con “spaghetti alle vongole”.
Ponza es hoy una de las escapadas preferidas por los italianos. Quizás sea por eso que escuchamos sólo hablar la lengua del Dante entre los turistas, y porque muchos romanos e italianos de la región tienen en la isla una casa de fin de semana. La construcción colorida y sencilla, con callejuelas estrechas y empedradas da cuenta de su rico pasado.